Carlos Manuel de Céspedes, el diario
perdido.
Es impresionante mirar al pasado, a nuestros orígenes como
nación. Si apenas nos alcanzan las horas lucidas de un día de trabajo para
enterarnos del acontecer internacional, por el barraje de información noticiosa que
llega como lluvia con viento, no quedando tiempo para cubrirnos de lo cotidiano y vital
para vivir, lo común, entonces apenas
podemos mirar al pasado, a la historia,
sin embargo es imperiosamente necesario hacerlo. Es como oxigenar la propia
vida que nos sostiene hoy.
Había llegado a mis manos de manera fortuita un libro
tremendo, una joya, comprado en un estanquillo de ventas de libros viejos justo
el “día de los padres” en Cuba. Me regalé “El Diario Perdido de Carlos Manuel
de Céspedes”, en una edición de 1992. Un libro que hace una disección magistral
del diario de Céspedes, pero sobre todo, en
lo que aconteció antes y después de que el Padre de la Patria, Carlos Manuel
de Céspedes lo escribiera.
Con la autoría del Dr. Eusebio Leal Spengler reconocido y brillante
historiador patrio, la obra atrapa y estremece y uno siente junto a la
nostalgia, ese orgullo incontenible dentro del alma que electriza y nos hace sentirnos dignos de la Patria
que nos legaron y en ese instante y luego y después, la insatisfacción de tanto
que nos queda por hacer.
Como reza en su prólogo, escrito con precisión por la doctora
Hortensia Pichardo: “El pensamiento de Carlos Manuel de Céspedes es poco o más
bien desconocido. Los cubanos no saben casi nada de sus ideas acerca de los
grandes problemas del país en aquel entonces”.
Muchos conocemos del sentimiento antimperialista de Simón Bolívar,
de las profundas reflexiones de nuestro José Martí sobre el gigante de las
siete leguas. Conocemos la inquebrantable voluntad de Antonio Maceo de “...
subir o caer con esfuerzos propios antes de contraer deudas de gratitud con
vecino tan poderoso”. Profundo y basto el pensamiento antimperialista de Julio A. Mella y años después de Fidel
Castro desde los días iniciales en la Sierra Maestra mientras caían mortales
bombas y él escribir aquella profética carta a Celia Sánchez. Luego consumado y
síntesis, el comandante Guevara, el Che de Cuba y del mundo con su sentencia
nada coyuntural, sino también profética.
“ni tantito así, ¡nada!.”
Entonces, ellos y antes
aun el Padre de nuestra Patria, que invocado a la claudicación ante el
peligro de muerte anunciada de su hijo Oscar, acción torpe que ya había sido ejecutada por españoles
ciegos y vengativos, tuvo Céspedes
la valentía gloriosa de levantar y
anunciar por sobre su dolor y el trance, la condición de hijos para todos los
cubanos que luchaban por la independencia de Cuba. Ese tremendo criollo del cual José Martí dijo “nos echó a vivir a todos" supo
también avistar en 1870 en carta
afectiva a José Manuel Mestre lo que habríamos de esperar del gobierno
de los Estados Unidos de América: “…tal vez estaré equivocado; pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a
apoderarse de Cuba sin
complicaciones peligrosas para su
nación…”.
La política aconseja y
la distención y la mesura es la oportunidad de estos tiempos. Vale la pena leer
este libro y si no es cabecera obligada, si consulta necesaria de la raíz. Cada
página, cada renglón se desmenuza y disfruta hasta el infinito incluida acotaciones marginales que enriquecen la historia.
La serenidad y el aplomo en las negociaciones actuales de Cuba y Estado Unidos de Norteamérica dan crédito a la
seguridad de que nuestros continuadores
serán fieles a lo mejor del legado patriótico de nuestros predecesores.
Un artículo para la prensa digital deberá ser breve y
motivante. Hagámoslo con las propias palabras del doctor Leal y el cierre con la oratoria del Padre de la
Patria al tomar juramento al cargo de presidente, el primer presidente, el que
abrió las puerta de la República de Cuba en armas y cuyo desandar llegará nuevamente en dos breves
años esta vez ya no a la Republica en armas, sino en paz y en esperanza.
Dijo Eusebio Leal Spengler: “Desde las penumbras
de un ya lejano pasado, escuchamos la
voz timbrada y enérgica del grande hombre, como aquel día en que recibiera la más
alta responsabilidad con el título y los deberes de Presidente de la Republica en Armas. Su vigencia no nos deja
lugar a la debilidad, ni a la duda: “Cuba ha contraído en el acto de empeñar su
lucha contra el opresor, el solemne compromiso de consumar su independencia, o
perecer en la demanda; en el acto de darse su gobierno democrático, el de ser
republicana.
Este doble compromiso,
contraído ante la América independiente, ante el mundo liberal, y lo que es
más, ante la propia conciencia, significa la resolución de ser heroicos y ser
virtuosos.
Cubanos: con vuestro
heroísmo cuento para consumar la independencia, con vuestra virtud, para
consolidar la república”.
No falta ni faltará en
nuestro noble pueblo ni heroísmo ni virtud.
José A. Buergo
Rodríguez
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